14 Nov 2014
noviembre 14, 2014

Las tareas del duelo

Duelo

Las tareas del duelo son aquellas acciones que los dolientes tienen que realizar para procesar la pérdida de su ser querido. Las tareas del duelo implican un trabajo dinámico que el doliente pone en funcionamiento de forma consciente para avanzar en la elaboración del duelo. Se requiere de un gran esfuerzo por parte del doliente para ir superando estas tareas específicas y así poder crecer.

Muchas personas creen que el tiempo cura todo, y que solo esperando que el tiempo pase, superaremos el dolor. Entre mis colegas de duelo siempre repetimos con voz alta, no es el tiempo lo que cura, sino lo que seamos capaces de hacer en ese tiempo. Worden propone cuatro tareas.

1º  Tarea del duelo: aceptar la realidad de la pérdida

Cuando muere una persona querida, suele darse una sensación de irrealidad. El doliente siente como si el acontecimiento de la muerte fuera una pesadilla, y que al despertar todo pasará. Experimenta una sensación de falsedad, como si nada de esto fuera real o verdad. Una impresión de que la muerte es reversible y que alguien vendrá a decirnos que fue un error, que es otra persona, que se equivocaron o que era una falsa alarma.

La primera tarea del duelo, consiste en aceptar la pérdida como algo real que me está pasando a mí, ahora. Incorporar plenamente la idea de que la persona querida está muerta, que se ha marchado y no volverá. Es asumir que el reencuentro es imposible, al menos en esta vida, si la persona es creyente.

En esta tarea del duelo es importante enfrentar las pruebas que la realidad ofrece acerca de la muerte, y participar activamente en los ritos funerarios (ver el cadáver en el ataúd, acompañar al ser querido al cementerio, ir al funeral, etc.). Hoy en día la ritualización de la muerte ha perdido peso en nuestra sociedad, y con ello el duelo se torna más difícil y complicado de afrontar.

Algunas personas no aceptan que la muerte es real y se quedan bloqueados en esta primera tarea. El grado de negación/aceptación puede variar desde una leve distorsión de la realidad hasta un autoengaño total, que lleva a la persona a seguir su vida como si la persona muerta aún estuviera allí. Un pensamiento distorsionado puede amortiguar en un primer momento la intensidad del dolor por el impacto de la noticia recibida, pero no es un mecanismo sano cuando dificulta la aceptación de la pérdida, y perdura en el tiempo. Algunas formas de no aceptación:

  • Cuando alguien percibe la pérdida como menos significativa o importante de lo que realmente es.
  • Cuando se hace una momificación al mantener intactas las pertenencias del fallecido como a la espera de que regrese
  • Deshacerse de la ropa y todas las pertenencias del fallecido de forma inmediata
  • Intentar contactar con el fallecido mediante sesiones de espiritismo
  • Llamarlo
  • Intentar seguir en contacto escribiéndole mails o mensajes
  • Imaginarse que está de viaje y pronto volverá

En esta tarea el doliente oscila entre la creencia y la incredulidad de forma intermitente.

2º Tarea del duelo: Trabajar las emociones y el dolor de la pérdida 

Como ya he dicho en otro post el dolor en el duelo es total: es un dolor físico, emocional, espiritual, intelectual, familiar, social. Por lo tanto será necesario reconocer y trabajar este dolor a través de su enfrentamiento y comprensión. Muchos dolientes intentan evitar o suprimir el dolor, porque experimentarlo es muy duro, difícil, y hasta parece una tortura, un suplicio.

La tarea de conectar con las emociones implica darse tiempo para sentir cada sensación que aparezca, poniéndole palabras, otorgándoles un significado particular y aceptándolo como parte de un proceso que es doloroso.

En una sociedad cada vez más hedonista, superficial, individualista y acelerada es esperable encontrarse con prisas para que los dolientes superen rápidamente el duelo y se incorporen a su vida laboral, familiar, social lo antes posible y sin quejas. Una sociedad que suprime las emociones incómodas, y que le cuesta conectar empáticamente con el dolor, la pena, la tristeza, etc. de los demás, dificultan en el doliente la tramitación adecuada de las emociones propias de este proceso.

El doliente calla, disimula, e intenta dar la imagen que se espera de él paralizando sus emociones, en lugar de darle riendas suelta y expresarlas, trabajarlas y mostrar su verdadero estado de ánimo. Con ideas tales como que hay que ser fuerte y superar pronto los momentos difíciles, dejan de respetar el tiempo individual que cada uno necesita para sentir y elaborar su duelo de forma adecuada. Con mensajes contraproducentes como que el doliente sólo siente pena por sí mismo, le gusta dar lástima o está enfermo, obstaculizan la elaboración del duelo de forma adecuada y normal. Algunas personas para evitar conectar con su dolor:

  • Practican el pensamiento en positivo dándose autoinstrucciones de superación
  • Toman medicamentos, drogas o alcohol
  • Se evaden con actividades diversas
  • Descontrolan y se distraen con actividades arriesgadas
  • Evitan las cosas o lugares que le recuerdan al muerto
  • Viajan para no estar en el lugar que les recuerda al fallecido
  • Se mudan
  • etc.

No se trata solo de experimentar el dolor que la pérdida produce, sino también otras emociones como la rabia, la culpa, etc.

3º Tarea del duelo: Adaptarse a un medio en el que el fallecido está ausente.

Una vez reconocido el vacío que el ser querido ha dejado en nosotros y en nuestro mundo, tenemos que acomodarnos a un entorno en el que esa persona ya no está. Tal vez implique cambiar algunas rutinas, puede que tengamos que acostumbrarnos a nombrarnos de forma diferente, o que nos sorprenda rellenando con una tilde la casilla de viudo/a.

En esta tarea el doliente debe reconocer los lugares y roles que ocupaba su ser querido muerto y él/ella mismo/a, para poder redefinirse desde esa falta. Tal vez tenga que desarrollar nuevas habilidades, desempeñar nuevas tareas y asumir roles que son desconocidos y que tendrá que aprender. Aprender a realizar trabajos diferentes, cumplir con roles que antes realizaba nuestro ser querido, enfrentarse a una casa sin por ejemplo ese hijo que hacía travesuras.

Ante un mundo tan cambiado por la pérdida, muchos dolientes se sienten perdidos, se ven a sí mismos como incapaces de hacer aquellas cosas que hacía su ser querido, o inútiles por no saber cómo realizar algunas actividades. Se sienten abrumados y con una sensación desagradable de inutilidad. Vencer esta sensación y ponerse en acción es la tarea de adaptación a esta nueva realidad que se le impone.

 

A medida que el doliente se adapta, empieza a recuperar el control sobre la propia vida y empieza a caminar de forma más firme. De a poco va adquiriendo seguridad en las nuevas destrezas adquiridas, y pone a prueba también las nuevas creencias y valores que ha adquirido sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo. La persona se cuestiona sus creencias filosóficas, religiosas, sus creencias, valores personales e ideas que tenía hasta el momento y que le dará un enfoque diferente a toda su realidad y su forma de vivir.

El duelo sacude los cimientos de la persona desde lo más profundo, produciendo en algunos casos, una crisis de identidad personal que habrá que re-armar, re-crear y re-organizar. El doliente debe encontrar nuevamente el rumbo de su propia vida, re-escribiéndose desde la pérdida. Una persona que no logra superar esta etapa queda atrapada en

  • Una lucha contra si misma
  • Aislándose del mundo
  • No asume las tareas o roles nuevos
  • Alimenta su propia impotencia
  • Genera una autoestima cada vez más pobre

4º Tarea del duelo: Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

En esta tarea el doliente termina de interiorizar al ser querido fallecido, y puede acceder a su arsenal de recuerdos con menos dolor. Ya sabe dónde buscar a su ser querido en su interior emocional, y cómo conectar con sus recuerdos. Ya no se lo busca a través de las cosas, lugares, olores, etc. sino que se lo busca interiormente a través de los recuerdos.

Cuando el ser querido es interiorizado se comienza también la tarea de apertura hacia los demás. El doliente comienza a salir del estado de introspección más característico de las tareas anteriores, y comienza a experimentar el nuevo mundo que le espera. Se abre hacia nuevas relaciones, hacia un nuevo entorno, con personas nuevas, lugares nuevos, situaciones nuevas. No necesariamente nuevo significa desconocido, pueden ser conocidos por la persona pero al ser desempeñados desde su nuevo rol, adquiere la impresión de novedad. Ya no se relacionará como la mujer de Paco sino como la viuda de Paco, con todo lo que este nuevo rol implica. Se trata de continuar con la vida que tiene por delante, formando nuevos encuentros consigo mismo, al experimentar las situaciones desde la experiencia de la perdida. Poder abrirse a seguir amando a otras personas sin pensar que eso implica dejar de amar a nuestro ser querido fallecido.

Esta tarea puede extenderse bastante tiempo, dado que cada nueva situación que el doliente enfrente sin su ser querido, requerirá que se reacomode e interiorice ese nuevo lugar que ocupa.

Se puede decir que el proceso de duelo finaliza cuando la persona puede pensar en su ser querido muerto sin sentir ese dolor desconsolado característico de las primeras tareas. La tristeza permanece como una sensación que no oprime. Y cuando la persona recupera el interés por la vida con esperanza y se va adaptando a los nuevos roles.