15 Jul 2015
julio 15, 2015

El duelo en los niños

Duelo

El duelo en los niños tiene particularidades y diferencias en relación al duelo adulto. Como hemos visto en otros post el duelo es un proceso que tiene como finalidad la elaboración de la pérdida, generalmente de un ser querido, y tanto los adultos como los niños deben realizarlo.

Una de las particularidades es que según la edad que tenga el niño, aún no dispondrá del desarrollo neurobiológico para comprender un concepto abstracto como es la muerte. Más aún cuando los propios adultos tienen prejuicios en hablar de la muerte y en aceptar que es un proceso natural que a todos nos tocará. Educar para vivir sanamente, es educar también en temas tan complejos como la muerte.

Es falsa la idea de que los niños no pasan por el duelo. Esa es más bien una idea que nos protege a los adultos de tener que enfrentar la dura tarea de explicarle al niño lo que es la muerte. Por eso mi primer y principal consejo es incluir el tema de la muerte dentro de la educación del niño antes de tener que enfrentarnos a una situación real de muerte. Allí nos veremos con la obligación de ofrecerle una explicación al niño, mientras lidiamos con el dolor, la angustia y no estamos en condiciones óptimas mentalmente para hacer ese esfuerzo.

Normalmente se tiende a ocultar el tema de la muerte cuando hay un niño presente. Además se le dan respuestas poco reales acerca de lo que verdaderamente es la muerte, porque se teme que el niño sufra. No se les permite participar de los ritos funerarios ni decidir por si mismo si quiere ver el cadáver. Pero lo cierto es que si no hablamos de la muerte con naturalidad, el niño no aprenderá a percibirla con naturalidad y cuando tenga que enfrentarse a la muerte de un ser querido, carecerá de las herramientas necesarias para hacerle frente. Esto puede convertir su proceso de duelo en un proceso complicado o patológico.

Los niños son curiosos en su afán de conocer el mundo. Podemos ver a muchos niños matando insectos y preguntándose porqué dejan de moverse, qué pasará con ellos ahora que no se mueven más, etc. Ese es una buena oportunidad para empezar a educar a nuestros hijos acerca de la muerte, para no tener que hacerlo cuando se muera el abuelito, el vecino o cualquier otro conocido que pueda además afectarle emocionalmente y producirle mayor dolor.

Pero antes de poder hablarles a los niños acerca de la muerte y el duelo, será necesario hacer una mirada interna para conocer nuestras propias limitaciones acerca del tema. La sociedad, la cultura, la familia, la religión influyen en la forma en que tratamos el tema de la muerte y en las ideas (muchas de ellas erróneas) que tenemos acerca de la muerte y el duelo. Si consideramos que la muerte es un tema tabú, del que es mejor no hablar porque queda mal y es de mal gusto, o se oculta como si morir fuera un castigo o un error, estaremos enseñando a nuestro hijo a evitar enfrentarse a temas complicados como la muerte y a darle una valoración que no es la correcta.

Por eso lo primero es empezar a creer que la muerte es un hecho normal, natural y que le pasa a todos los seres vivos, ayudará a que la transmisión que hagamos sea natural, normal y carente de miedos y prejuicios.

Segundo, llamar a las cosas como lo que son. Si Maria se murió, no se ha ido de viaje o está dormida. Este será el primer paso para una verdadera aceptación. Esto no impide que luego podamos explicar la muerte desde nuestras creencias religiosas o personales, sino simplemente que lo que sucedió se llama muerte, y eso implica que nunca más podremos ver, oír, tocar, visitar, etc. al abuelito.

Hasta no hace mucho la muerte era un hecho cercano, cotidiano, compartido y tanto adultos como niños comprobaban la muerte, a través de todos los sentidos, la vista del cadáver y los niños corriendo alrededor de la caja, el oído ante el silencio y el llanto desconsolado, el tacto frio del cadáver, el olfato de las flores que camuflaban el mal olor, el mal sabor de boca por no comer, el dolor y el vacío que se percibe. Esto facilitaba la acepción de la muerte como algo que ocurría con normalidad y no por un castigo divino ni por una injusticia. Los niños experimentaban y preguntaban sin sentir que molestaban y los padres hablaban con naturalidad.

Pero hoy las cosas han cambiado mucho y los padres se sienten inseguros o no saben muy bien cómo hablar con sus niños acerca de la muerte, por eso aquí dejaré algunos consejos que servirán de guía y ayuda.

Los niños son afectados muy especiales en los duelos, por lo que será muy importante que como padre sepas dirigirte a él de forma natural y sincera: 

  • Buscar un lugar tranquilo y habla con él individualmente, sin prisas ni dramatismo.
  • Tener en cuenta la edad del niño y su nivel de comprensión, para explicarle lo sucedido. Explicarle de forma sencilla sólo aquello que el niño pueda entender.
  • No le mientas. El niño no es tonto, y puede sentirse engañado y menospreciado si se entera de la verdad por otras personas. El confía en sus padres, no lo defraudes.
  • Comunica la noticia poco a poco, dando espacio para que pueda expresar sus emociones, hacer preguntas y que asimile el evento poco a poco.
  • No lo ausentes con detalles que el niño no necesite o pueda asumir. El propio niño preguntará más si lo necesita o cambiará de tema si no quiere saber más.
  • En el caso que no pregunte, puede que esté un poco impactado, abrázalo, pregúntale que siente y si quiere preguntarte algo.
  • Déjale claro que lo sucedido no es su culpa y que la persona que murió no pudo evitarlo, no lo hizo porque quiso, ni quiso abandonarlo.
  • La muerte no se puede controlar y no tiene vuelta atrás.
  • Brindarle apoyo y amor. Debe notar que sus padres o familiares cercanos están allí para protegerlo, que tienen el control de la situación y que no lo dejarán solo.
  • No utilizar frases que puedan confundir al niño como, “la prima está dormida”, “nos ha dejado“, “se fue para siempre”.
  • Los niños tienen sus propias preocupaciones y no hay que menospreciarlas, responde sus preguntas con interés. Por ej.: “¿Por qué no lo veré más?” “¿a dónde irá?”, “¿Por qué hay que llevarlo al cementerio?” “¿y ahora quien me ayudará con los deberes?”, “¿Podré ir al mismo cole?”, “¿me tendré que cambiar de casa?”, etc.
  • Ayúdale a que pueda expresar sus emociones, que todas son normales y que cada uno lo hace a su manera. Unos lloran, otros no. Consuélalo y si lo pide explica algún aspecto positivo, como que la persona que murió no sufrió, que lo quería mucho.
  • No lo abandones ni lo sobreprotejas. Estar atento de sus necesidades sin estar en alerta constante. Permítele que juegue o se distraiga como desee.

Además es de ayuda que le:

  • Permitas que el niño comparta los rituales funerarios si lo desea, explicándoselos.
  • Intentes restablecer su vida cotidiana lo antes posible (horas de comida, colegio).
  • Le muestres el afecto y el apoyo que los demás brindan
  • Sepas que el proceso de duelo es largo y asumir el evento traumático es costoso y doloroso también para el niño. Por ello es esperable que presente regresiones (volver a hacerse pis en la cama, chuparse el dedo), que tenga dificultades para comer o dormir, pesadillas, miedos, problemas en el colegio, (estar nervioso, agresivo, no concentrarse).