28 Ene 2015
enero 28, 2015

Diferencias de género

Pareja

Las diferencias de género son rasgos distintivos que tenemos hombres y mujeres, que se manifiestan no sólo a nivel biológico sino tambien en la forma de pensar y actuar. Entender estas diferencias de género puede permitirnos comprender los motivos que llevan a muchas parejas a conflictos y a falta de entendimiento.

Las diferencias de género parecen ser muy obvias cuando pensamos en los rasgos físicos (vello, altura, peso, complexión…). Sin embargo, se hace más complicado entender que esas mismas influencias genéticas y hormonales produzcan diferencias sustanciales en la forma de pensar, de sentir, y de comportarnos. Pues bien, el hombre y la mujer tienen cerebros con una anatomía, composición química, riego sanguíneo y metabolismo distintos. Obviamente, estas diferencias no justifican en modo alguno una desigualdad en oportunidades, derechos o capacidades y destrezas.

La “Evolución Filogenética”, o herencia biológica, que una especie recibe de los ancestros de su misma especie, arroja algo de luz. A lo largo de la historia, nuestros antepasados tuvieron que adaptarse a las circunstancias que el medio les imponía, generando cambios físicos, tales como la bipedestación, la oposición del pulgar en las manos, etc… Estas mutaciones al favorecer la supervivencia se consolidaron genéticamente. Este cambio también se produjo a nivel neurológico y en la tramitación cognitiva, (evolución hacia un pensamiento más complejo). La especialización de hembras y machos en diferentes tareas durante millones de años, también produjo formas distintas de interaccionar que se fueron consolidando genéticamente.

La mente, los pensamientos y las emociones son resultado de redes neuronales conectadas entre sí. Estas redes neuronales no son estáticas, se van formando desde el nacimiento y pueden sufrir cambios gracias al aprendizaje (el cerebro puede experimentar transformaciones anatómicas y funcionales por interacción con el entorno). Esta reorganización cerebral es un hecho biológico plenamente constatado, gracias a las técnicas computarizadas de neuroimagen que permiten explorar un cerebro en vivo a lo largo de su ciclo vital.

Actualmente, con el vertiginoso y abrupto cambio social que se ha producido, las diferencias en el comportamiento entre hombres y mujeres se ven más difuminadas. Y gracias a la plasticidad neuronal nos adaptamos más o menos rápido a estos cambios, asimilándolos como normales. Son nuevas formas de adaptación, que van suplantando a otras anteriores, que van quedado obsoletas. Pero un cambio que evolutivamente es rápido (millones de años) puede no serlo tanto, visto desde la historia temporal de un simple ser humano (90 años). Entonces lo que fue útil en un periodo histórico, puede ser un obstáculo a corto plazo, ya que la modificación evolutiva es lenta, y sus resabios interfieren aún después de miles y miles de años de haberse producido el cambio a nivel conductual.

Entonces ¿cómo influye la evolución filogenética o las diferencias de género, en las diferencias que se observan entre hombres y mujeres a la hora de interaccionar afectivamente y de comunicarse? Entender el origen de esas diferencias de género puede limar en cierto grado la conflictividad, pues permite dar otra interpretación a ciertas conductas o actitudes de nuestra pareja que nos irritan, nos molestan, nos duelen o incluso, nos “enervan”. Esas conductas y actitudes tienen una cierta carga cultural pero también biológica.

Los neurocientíficos y los psicobiólogos dicen que durante millones de años, el género femenino,es el individuo que se embaraza y se encarga de la crianza de las “crías” y de la cohesión de la unidad familiar, como medio de garantizar la supervivencia. De ahí la importancia que ellas le dan a las relaciones y al ofrecimiento de ayuda en las tareas cotidianas del cuidado de los hijos y la atención de la casa, aunque no sea solicitada.

Por el contrario, el género masculino se ha encargado de la caza y subsistencia primaria, y aunque actuase en coordinación con un grupo, sus acciones eran más individualistas, rápidas e independientes, y estaban orientadas a conseguir un resultado tangible; de ahí la importancia que los hombres le otorgan a la capacidad de resolver problemas y obtener beneficios. Esto evidentemente carece de cualquier alusión a inteligencias, habilidades, destrezas o fortalezas superiores. Solo marca diferencias filogenéticas entre hombres y mujeres que son transmitidas de generación en generación y que influyen en la forma en que nos relacionamos.

Los hombres poseen cerebros más grandes (pesa unos 160 gramos más que el femenino) y las mujeres poseen más interconexiones entre ambos hemisferios. Las emociones se regulan en el hemisferio derecho, mientras que la capacidad para expresar verbalmente los sentimientos se sitúa en el izquierdo. Como las dos mitades están conectadas por un menor número de fibras en los hombres, la expresión de emociones será más limitada. Las mujeres tienen más neuronas en las áreas neurológicas que regulan las emociones, el lenguaje y la memoria. También poseen más neuronas espejo, que son las responsables de captar y mimetizar las emociones ajenas. 

LA COMUNICACIÓN

Las mujeres consideran la comunicación como los cimientos de la relación; mientras que los hombres consideran prioritario experimentar una sensación difusa de bienestar y satisfacción.

Es observable como las mujeres se comunican entre ellas extensamente y con abundancia de detalles. Ya desde la adolescencia, sus relaciones amistosas son como tesoros únicos y valiosos. Necesitan mucho contacto con sus amigas, buscan momentos de intimidad para abrirse, contar y manifestar sus experiencias, Entre ellas está permitido hablar de las emociones, de los sentimientos y de las relaciones afectivas de forma subjetiva. Pueden llorar abiertamente sin que eso suponga exhibir vulnerabilidad o debilidad. Pueden mostrarse afecto físico y emocional sin pudor alguno. Emplean mucho tiempo en hablar de las relaciones (de cualquier tipo), en analizarlas y desmenuzarlas.

¿A alguien le resultaría extraño imaginarse a un grupo de mujeres compartiendo su preocupación por la depresión de una amiga?, o expresando su molestia por la forma de actuar de alguien? o su examen sobre el nuevo pretendiente de una de ellas?. Y ¿esa misma situación puede imaginarse si cambiamos el género?. No es que los hombres y las mujeres hablemos de cosas tan diferentes. Se trata más bien de la cantidad de tiempo y la forma que utilizamos para abordar los diferentes temas.

Ambos géneros pueden desenvolverse en política, actualidad, deporte, ocio, viajes, trabajo… Pero posiblemente cuando el grupo es homogéneo, las mujeres dedican más tiempo a los temas personales y los hombres a los temas impersonales. Además, ellas lo hacen comunicando y exponiendo su subjetividad y ellos serán más descriptivos, objetivos y concisos.

Las mujeres revelan todas sus experiencias con las personas con las que comparten tiempo y espacio. De hecho hablar es una forma de vinculación, pero también de liberación de emociones y desahogo, de solución de problemas (porque les ayuda a organizar la situación que les preocupa) y de creación de intimidad (conociéndose el uno al otro plenamente). Esto es especialmente relevante para ellas cuando se encuentran disgustadas o preocupadas y, como su mayor vinculación es la pareja, intentan buscar la solidaridad que necesitan en su cónyuge. La forma de verbalización en estos momentos por parte de la mujer, puede ser extensa, repetitiva y catastrofista. El contenido no tiene una secuencia definida, se mezclan temas, se centra más en los detalles que en las conclusiones.

Ante estas situaciones, los hombres suelen sentirse abrumados y confusos. Ellos obvian la parte de desahogo emocional y se centran en la resolución del problema. Dos expresiones que observo que suelen utilizar con frecuencia es “no te preocupes” y “vete al grano” (No te preocupes, seguro que a tu madre no le importa. Lo mejor sería que mañana fueras a hablar con RRHH para decirles…). Aportan soluciones incluso cuando ellas no lo han pedido.

Estas acciones enfurecen y generan más malestar en la mujer (¿Que no me preocupe? ¿Pero me has escuchado? ¿Cómo no me voy a preocupar?). Ellas se sienten incomprendidas porque sin querer su pareja ha invalidado sus emociones. Ellas No quieren soluciones, son excelentes solucionadoras, quieren sintonía emocional, empatía y comprensión desde lo afectivo. Quieren que alguien les diga: “entiendo cómo te sientes, es normal sentirse así con lo que te ha pasado, habla todo lo que necesites sobre ello, qué puedo hacer para ayudarte?”.

Los hombres ofrecen soluciones contundentes y cortas (si no te gusta, deja el trabajo; tranquila porque seguro que a tu madre no le importará que no hayas llamado; no te preocupes por la casa, no tiene importancia, no merece la pena ponerse así. Las frases prototípicas son: no deberías preocuparte tanto, no tiene tanta importancia, olvídalo ya, no te quejes luego, ve al grano, lo único que tendrías que hacer es esto, es ridículo que pienses que no te quiero).

Ellas podrían pensar … pero si esto no me sucede con mi amigo Pepito!!! (amistades masculinas). Y seguramente dirán que cuando hablan con ellos de un problema, se sienten plenamente comprendidas. Pero quizá eso se debe a tres razones fundamentales: en primer lugar, el amigo no se desespera tanto porque no se siente tan impotente y tan impelido a ayudarlas y a protegerlas como lo hace una pareja; en segundo lugar, ellas no se sienten dolidas porque el amigo no experimente su malestar con la intensidad que esperan de su pareja, como muestra de su amor; y en tercer lugar, porque posiblemente antes de hablar con el amigo, ya se han desahogado con otra/s amiga/s.

Por el otro lado, hay conductas femeninas, que hace que los hombres sientan que ellas les quieren cambiar y organizar la vida, haciéndoles creer que ellas los ven como inútiles, desorganizados, etc. Las mujeres cuidan las relaciones, los detalles y entornos donde éstas se desarrollan (motivado por la organización necesaria para la supervivencia y crianza de los bebés). Entonces comienzan a darle consejos e instrucciones a su pareja (ese pantalón no te sienta bien; no dejes las llaves ahí, las perderás; cómo se te ocurre comprarte eso; no te has dado cuenta de la mancha que has dejado; llevas el pelo demasiado largo; yo creo que en esa pared quedaría fenomenal un cuadro, deja al niño tranquilo que ahora tiene que hacer la digestión, tienes que jugar más con el niño porque necesita de su padre, etc.). Además, volvemos a señalar la necesidad de compartirlo todo (hablar sobre el estilo personal, la decoración, la alimentación). Los hombres, a su vez, suelen ser muy protectores. Ellas utilizan más la sugerencia, son menos directas para solicitar o decir las cosas mientras que ellos son tan directos que incluso utilizan el enfado como medios para influir en la pareja.

Los hombres tienen una comunicación más descriptiva u objetiva entre ellos, y utilizan el lenguaje como medio de transmisión de información, casi exenta de tintes emocionales. Por ello también prefieren los informativos a las novelas. Son relatos objetivos, generalmente libres de cargas emocionales, y bien estructurados. Cuando los hombres se sienten preocupados o disgustados tienden a encerrarse en sí mismos. Se quedan meditando, intentando ordenar sus pensamientos y buscando alguna solución viable. O bien, cuando no se sienten capacitados en ese momento para la reflexión, se desentienden del exterior mediante otra actividad distractora (leer el periódico, ver la televisión, hacer deporte). También es un método para encontrarse a sí mismo (cuando se entregan demasiado a un sentimiento o a una relación, necesitan periódicamente alejarse para recuperar su propia identidad). Solamente comparten sus preocupaciones con otra persona, cuando de alguna manera esa persona les puede ayudar o asesorar. Pero es que ellos empezaron ya a relacionarse de esa manera en la adolescencia. Y gran parte de la responsabilidad la tienen los estrógenos y la testosterona, hormonas sexuales que impregnan el cuerpo y la mente de los púberes en diferentes dosis según el género .

Respecto a la comunicación no verbal, las mujeres son muy sensibles a la lectura de las emociones a través de los gestos (esto es vital para entender y estimular a los bebés y a los niños), por lo que esperan que ellos identifiquen su malestar sin tener que verbalizarlo. Sin embargo, los hombres no tienen la misma capacidad para esa lectura, por lo que no prestan atención a esas señales gestuales (excepto a la hora de identificar la agresividad, en ese sentido, discriminan mejor que las mujeres). Otro problema que se origina con la comunicación no verbal, es que los hombres son menos gestuales y además poseen expresiones más serias (por efecto de la testosterona), por lo que las mujeres pueden estar leyendo en él un malestar, una dureza o una preocupación que no existe, o no en el grado que perciben.

Estas diferencias en la forma de comunicarse e interaccionar se debe también a interesesdiferentes. Las mujeres están muy volcadas a la solidez y calidad de las relaciones personales y son muy sensibles a la pérdida de sus vínculos. Dedican mucho tiempo en su adolescencia y edad adulta a crear vínculos y a preocuparse por los sentimientos de las personas que les rodean. Los hombres están muy volcados al logro y temen el fracaso.

Pensad en los deportes que les gusta practicar o las profesiones que suelen ejercer hombres y mujeres. Aunque cada vez menos notorio hay profesiones o deportes con más mujeres o más hombres… Hay más hombres abogados y más mujeres psicólogas, más hombres futbolistas y más mujeres en natación artística.

Cuando la mujer comparte sus experiencias, los hombres suelen vivirlo como una demanda de explicaciones, o como una consulta ante la que tienen que ofrecer una solución. Por ello inicialmente se sienten reacios a escuchar, porque lo pueden considerar una petición para que haga algo al respecto; esto, puede ser interpretado por la mujer como una forma de paternalismo y de incomprensión hacia sus emociones. Ella recrimina, entonces, que no es escuchada y él se frustra porque no sabe cómo ayudar.

Cuando el hombre no comparte sus experiencias, las mujeres suelen vivirlo como un desinterés y desconfianza a su persona. Suelen insistir en obtener información y en preguntar, pues esto les ayuda a ellas muchísimo cuando se encuentran mal y él, sin embargo, se siente controlado. Y la reacción de molestia de él, a la mujer le produce sensación de abandono y de falta de intimidad.

Las mujeres no hablan tanto para recriminar o buscar soluciones, como para buscar solidaridad y desahogo. Por ello se frustran por las soluciones que ellos ofrecen, no es porque les subestimen o porque ellas sean seres incomprensibles y caprichosos. Los hombres no dejan de hablar porque no les interese el problema, sino porque les permite reorganizar la información. Por ello se irritan cuando ellas les preguntan si están bien o qué les pasa, o si están callados porque ya no las ama o no confían en ella.

Concluyendo: os recomiendo actuar durante una semana como observadores de campo y fijarse en las interacciones entre hombres y mujeres, entre hombres y hombres y entre mujeres y mujeres para intentar identificar todo lo que hemos comentado. La próxima semana podéis analizar las reacciones de vuestra pareja y trabajar en ellas a partir de la paciencia y comprensión de las diferencias.

Para completar esta exposición se recomienda la lectura de alguno de los siguientes libros:

  • Legato: Por qué los hombres nunca recuerdan y las mujeres nunca olvidan
  • Gray: Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus
  • Gray: Venus al rojo vivo y Marte bajo cero
  • Álava Reyes: Amar sin sufrir: ni los hombres son imposibles ni las mujeres incomprensibles
  • Allan y Bárbara Pease: Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no leen los mapas