30 Jun 2016
junio 30, 2016

Soledad

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SoledadLa soledad es un estado subjetivo (de malestar o bienestar) que la persona experimenta cuando se encuentra en una situación de aislamiento o no se siente acompañada por otras personas.

Normalmente las personas entienden que la soledad es un sentimiento negativo de malestar. Este sentimiento se puede experimentar, cuando la persona siente que no es comprendida, se siente rechazada no apreciada, o por carecer de compañía, relación o contacto con otras personas. Pero la soledad no necesariamente produce una sensación desagradable, sino que incluso puede producir cierta satisfacción o placer cuando es buscada para pensar, meditar, estar consigo misma, etc.

Podemos decir que la soledad es negativa cuando las personas que sienten la soledad la experimentan como algo impuesto o no deseado. Perder un ser querido, estar aislada por fuerza mayor, presa, carecer de lasos afectivos, etc. son situaciones no deseadas que producen una sensación negativa de soledad.

Es importante señalar la diferencia entre sentirse solo y estar solo. Uno puede estar solo y sentirse acompañado y estar acompañado y sentirse solo. Por ejemplo uno puede vivir solo pero sentir que hay personas que nos quieren y a quienes podemos recurrir en casos de necesidad. También se puede estar rodeado de gente y sentirse solo, con añoranza, nostalgia, melancolía, etc.

Hablar de la soledad es hablar de una condición intrínseca, esencial, natural y fundamental de la persona. Muchos de mis pacientes ya conocen mi habitual frase; el solo hecho de tener un cuerpo que nos separe del otro, pone en evidencia la realidad que nos apresa. Somos seres individuales y como tales no sólo nacemos y morimos solos, sino que transitamos toda nuestra vida solos. La soledad es nuestra compañera de camino.

Como dice Erick From“Nacemos solos y morimos solos, y en el paréntesis es tan grande la soledad, que necesitamos compartir la vida para olvidarla”.

La facultad de compartir es sumamente necesaria para sobrellevar la difícil circunstancia de ser seres solitarios; aunque este compartir no es más que compartir nuestra soledad con otros seres solitarios. Porque justamente por esta condición de soledad natural, que se suma a la inmadurez física con la que nacemos para subsistir por nuestros propios medios, surge otra condición tan natural y propia de las personas, la de ser Seres Sociales. Desde el momento que nacemos empezamos a ser parte de una familia, una sociedad, una especie, etc. y necesitamos de los cuidados de las personas adultas para sobrevivir. Sin esos cuidados y ese amor, sería imposible que sobreviviéramos.

Entendiendo esta base conceptual, será más fácil entender por qué en momentos difíciles de la vida, la sensación de soledad tiende a ser tan intensa. Al ser individuos, separados de los demás, aunque compartamos nuestras sensaciones con los demás, nadie más que nosotros mismos, siente y vive como nosotros, lo que nos pasa en ese momento, porque nadie lo vive en primera persona. Pero esto no quita que necesitemos y nos produzca cierta calma y tranquilidad la comprensión, consuelo, ayuda, compañía, etc. que nos ofrecen las personas que nos quieren y que queremos. De alguna manera recordamos a esos primeros cuidados que con amor nos permitieron estar vivos.

Hay personas que son más propensas a sentir la soledad. Esto se debe al tipo de vínculo que las personas encargadas de su supervivencia establecieron con ellas. Si le otorgaron una sensación de vulnerabilidad y las dejaron solas antes sus necesidades, seguramente de adultos la sensación de soledad será mayor. En cambio aquellas personas que de niños recibieron una atención adecuada y establecieron con ella un vínculo seguro, se sentirán más integradas, más seguras para afrontar la situación de soledad que se les presenta.

Asimismo si no se les enseñaron las habilidades necesarias para relacionarse de manera adecuada con los demás, aumentará la probabilidad de estar solo y la sensación de soledad será menos tolerada.

Las situaciones difíciles, el dolor, nos hacen plenamente conscientes de los solos que estamos. Por más acompañados que estemos, y vivamos en el medio de una gran ciudad, la soledad se hace evidente y se acentúa cuando debemos afrontar por ejemplo la muerte de un ser querido, una separación, un divorcio, una enfermedad terminal, la jubilación, etc. En estos momentos la red de apoyo familiar, social, de amigos, etc. se hace necesaria, para atenuar el impacto del dolor y la sensación de vulnerabilidad. Sin esa red de apoyo la persona puede quedar inmersa en la soledad y caer presa de la apatía, la añoranza, la depresión, los trastornos psicosomáticos, trastornos cardíacos, etc.

La soledad es parte de la vida y todos en algún momento nos toparemos con ella. Dependiendo de cómo la interpretemos y de qué herramientas hayamos construido para hacerle frente, será la vivencia que tengamos de ella. Podemos afrontarla con dolor o con paz, con valor o con cobardía, como una oportunidad y reto personal para el encuentro con algún otro ser solitario, o con resignación, como un límite infranqueable y limitante.

La capacidad de estar solo es una cualidad de las personas maduras y que saben auto-realizarse, sin depender de los demás. La soledad madura es una invitación a encontrarse con uno mismo y con los demás, desde la no dependencia. Es aprender a decir Adiós a miedos y anclajes, para vivir nuestros deseos despojados de lo que nos paraliza. Pero también es saber hacer un hueco interno para decirles Hola a otras personas. La soledad es una dimensión de nuestra existencia y aceptarla, vivirla desde nuestro interior y saber compartirla es madurar.

Dentro nuestro habitan muchas personas, vivas, muertas, lejanas, cercanas, queridas, añoradas, etc. por lo que estar solos es estar en conexión con esas sensaciones personales e íntimas en relación a lo que los demás mueven en nosotros, a través de nuestros recuerdos, sentimientos y pensamientos.