Separación o Divorcios

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El divorcio o la separación de una pareja es un evento estresante que afecta a la persona en su totalidad. El trabajo para restablecer el equilibrio interno y externo se engloba dentro de lo que es el trabajo o tareas del duelo.

Cuando decidimos comenzar a compartir nuestra vida con una pareja, construimos un proyecto común de vida que está lleno de ilusiones, deseos, expectativas, esfuerzos, ganas, etc. Ambos integrantes se comprometen a realizar un esfuerzo conjunto para llevar adelante ese proyecto común, dando lo mejor de cada uno. Además, comparten apoyo mutuo, emociones, vivencias, experiencias, deseos, satisfacciones y frustraciones, de manera que se crea un entorno seguro de complicidad en el que nos sentimos tranquilos y protegidos.

Cuando se decide la separación, el proyecto, las ilusiones y todo lo ya realizado y entregado en esa relación, empiezan repentinamente a formar parte del pasado. El futuro queda truncado, petrificado en un presente que se transforma rápidamente en un pasado lleno de recuerdos y frustraciones.

La separación y el divorcio son pérdidas muy dolorosas. Se pierde, no sólo a la persona física con la que se compartía el día a día, sino también ese proyecto, esas ilusiones, esa intimidad, confianza, seguridad, atracción, apoyo, cariño y felicidad. Se pierde ese espacio de seguridad para compartir lo bueno y lo malo. Pero también se pierde una rutina, y muchas personas, como amigos, familiares y entornos sociales que antes se compartían. Incluso la estabilidad económica se resiente y los temas legales afectan el proceso de duelo, haciéndolo aún más doloroso y dificultoso.

Este proceso que de por sí es doloroso, se complican aún más cuando hijos. Pensar en ellos y hacerlos participes sin dañarlos, suele ser una preocupación extra que acrecienta la ansiedad y la sensación de incapacidad. Los padres deben lidiar con sus propias emociones y considerar también las emociones de sus hijos, ayudándolos a solventarlas. Los acuerdos con la otra parte de la pareja sobre el régimen de visitas y los cambios cotidianos, pueden llegar a producir una gran carga extra, que cansa y debilita a los implicados produciendo estrés.

La persona que está dentro de este proceso de duelo por separación o divorcio, experimenta variadas y contradictorias emociones que van desde la tristeza, la rabia, hasta el amor y el odio pasando por el miedo, la sensación de fracaso, la vulnerabilidad, la sed de venganza o el sentirse traicionado. Los pensamientos no dejan de ir y venir, en una rumiación constante entre el esfuerzo por aceptar la situación y creerse lo que ha sucedido, hasta una lucha por intentar recuperar a la persona.

Se necesita pasar por un periodo de adaptación paulatino a la nueva situación. Este proceso normalmente se va dando de forma natural, y poco a poco se va avanzando hacia la construcción de una nueva vida. No obstante, es frecuente que se experimenten atascos y altibajos.

Compaginar el cambio cotidiano de la nueva situación, (adquirir nuevas obligaciones, cambios de rutinas, pensar en el futuro), que producen una gran incertidumbre, con las obligaciones antiguas sumadas al estrés propio del divorcio o separación lleva su tiempo de adaptación.

Para muchas personas este proceso resulta tan doloroso y complicado que requiere de un acompañamiento psicológico que le facilite poder avanzar, o de una terapia que les permita resolver aspectos personales, que están trabando el proceso por algún aspecto personal no resuelto.

Nos damos cuenta que necesitamos apoyo o acompañamiento:

  • Cuando a pesar de los esfuerzos que hacemos por seguir con nuestra rutina, no logramos recuperar nuestra vida.
  • Cuando a pesar de que la realidad nos muestra lo evidente, no podemos terminar de aceptar que la relación se terminó y mantenemos la esperanza de un reencuentro o reconciliación.
  • Cuando nos sentimos culpables o la sensación de no haber hecho lo suficiente para salvar la relación.
  • Cuando las emociones o pensamientos nos invaden y consume la escasa energía que tenemos, resultándonos muy difícil pensar con claridad, tomar decisiones, abrirnos a relaciones, equilibrar las emociones, etc.
  • Cuando la situación de desorientación y las emociones de soledad, rabia, culpa, tristeza etc. afectan de forma significativa al bienestar físico y psicológico, perdurando en el tiempo e imposibilitando el sentirnos fuertes, sanos, confiados en nosotros mismos y recuperando las riendas de nuestra vida.
  • Cuando nos aislamos y la soledad nos invade.
  • Cuando las emociones son exageradas o no ceden a pesar del tiempo y el esfuerzo realizado.
  • Cuando se mantiene una esperanza insana basada en la negación, la culpa, el miedo y la tristeza.
  • Cuando no se logra la estabilidad y empieza a repercutir negativamente en nuestra salud física y mental.
  • Cuando la sensación de paralización y falta de alegría y felicidad de vivir de forma sana, parecen muy lejanas y se haya desencadenado una depresión.

Es importante no quedarse sólo con las sensaciones de lo que se pierde, sino también poder empezar a visualizar ganancias dentro de ese cambio, aunque no haya sido un cambio buscado.