25 Nov 2014
noviembre 25, 2014

La comunicación eficaz

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La comunicación eficaz se basa en informar, notificar y manifestar de la manera más sincera y empática posible, no sólo un contenido narrativo acerca de situaciones, eventos, cosas, sino también las emociones y necesidades que están involucradas. Aprender a comunicarnos es aprender a escucharnos a nosotros mismos y desarrollar la capacidad de empatía que raras veces se enseña.

Si nuestro objetivo al comunicarnos es cambiar al otro, no estamos intentando comunicarnos, sino manejar al otro según nuestras opiniones para obtener algo que deseamos, que cambie.

Por lo tanto, si comenzamos a comunicarnos partiendo de este objetivo, difícilmente lleguemos a comunicarnos de forma eficaz. Nuestro interlocutor seguramente note nuestras maniobras y las interpretará como una invasión, una agresión o una forma imperativa acerca de lo que tiene y debe hacer. 

Por ejemplo, cuando queremos comunicar algo que es molesto, o explicar una sensación que puede irritar a la otra persona, pongámonos por un momento en su lugar y pensemos la manera en la que nos gustaría que se dirigieran a nosotros. Si logramos hacer este ejercicio, estaremos dando el primer paso para aprender una comunicación eficaz.

Ponerse en el lugar del otro es observar sin criticar, juzgar, culpar, castigar, etc. es observar sus sentimientos y necesidades más allá del contenido de la comunicación. No sólo son las palabras las que hablan, sino la forma en las que esas palabras se dicen. Si cada vez que nos dirigimos al otro focalizamos en sus errores, lo criticamos, le exigimos, difícilmente la otra persona nos escuche; más bien se sentirá atacada, juzgada y se pondrá a la defensiva.

Algunas premisas de la comunicación eficaz:

La comunicación eficaz es no reprender, no acusar, no culpar o criticar algo que el otro hizo o dijo, sino hacer una observación, explicar, enseñar. Siguiendo nuevamente a Marshall Rosenberg, implica poder observar sin evaluar. No se trata de no evaluar, sino de no mezclar la observación con una valoración personal y subjetiva. Observar significa ver todos los elementos puestos en juego en esa situación, sin focalizar en ninguno. Si algo nos está afectando es que está haciendo reflejo en algo personal y será necesario analizar ese factor interno. Eso no quita que sintamos (enojo, alegría, etc.), pero esa emoción es nuestra y debemos poder apaciguarla para observar más allá de nosotros. De esta manera también nosotros podremos aprender acerca de la otra persona y sus motivos. Por lo tanto, la valoración incluirá no solo a la persona que nos habla, sino el contexto, y a nosotros mismos.

Si tuvimos un mal día y alguien nos hace una corrección y reaccionamos agresivamente, lo que estamos haciendo es no observar. Pasamos directamente a la valoración; de la corrección a sentirnos tontos. Nuestro compañero nos está alertando de un error, porque sabe que tenemos que entregar ese trabajo en unas horas y quedaremos mal. Olvidamos que el contexto ya no es el metro donde estamos colgados, soportando pisotones y malos olores, sino en la oficina o en la facultad.

Esto es especialmente útil en la comunicación y educación infantil. Si un niño hace algo mal, por ejemplo guardar un pantalón sucio en el armario, lo correcto no es tratarlo de tonto y acusarlo de que no presta atención, que parece idiota y cosas por el estilo. Simplemente hacer la observación:

“Juan los pantalones que guardaste en el armario están sucios; la ropa sucia la ponemos en el cesto de ropa sucia para saber que hay que lavarla. Si la ponemos en el armario la ropa limpia se podría ensuciar y cuando necesites los pantalones estarán sucios.”

La comunicación eficaz es conectar con nosotros mismos y con los demás de manera empática.

La comunicación eficaz es cuando somos capaces de reconocer las emociones que nos provoca la situación, la otra persona,nuestro propio mundo interno con nuestras historias y experiencias, y logramos expresarlas adecuadamente sin herir o acusar al otro de lo que estamos sintiendo. Conectar con nuestras emociones es darnos cuenta de la sensación que tenemos, ponerle un nombre y pensar en el proceso por el cual llegamos a sentirlas. Son nuestras emociones las que nos impulsan, tanto a actuar amigablemente como con enojo o enfado. Normalmente tendemos a prestar más atención a lo que los demás esperan de nosotros, que a lo que nos pasa internamente. Creemos que debemos hacer feliz, satisfacer, etc. a los demás.

Así como nosotros tendemos a juzgar, culpar a los demás, tememos que los demás nos juzguen, culpabilicen, y estamos siempre a la defensiva o expectativa de lo que el otro dice, hace y piensa acerca de nosotros. Tememos mostrar que somos vulnerables, y que si decimos lo que sentimos, el otro lo utilizará en su favor, en nuestra contra. Esta es una premisa falsa y os invito a que lo comprobéis por vosotros mismos; si somos capaces de reconocer y transmitir nuestras emociones, no solo nos sentiremos mejor, sino que lograremos que la otra persona nos escuche más atentamente y se muestre más propensa a ayudarnos y a colaborar. Así como al principio decíamos que nuestro interlocutor nota si le queremos imponer nuestras ideas, también nota la sinceridad emocional y el esfuerzo que hacemos por intentar ser entendidos.

Mirémonos a nosotros mismos cuando estamos por dar un grito, insultar, agredir, criticar, culpar, etc. Preguntémonos por lo que sentimos, nos gusta estar así? Si no nos gusta, dejemos de lado ese impulso que se apodera de nosotros, e intentemos comunicar lo que sentimos con humildad y sinceridad, como lo que es, una emoción que nos pertenece a nosotros, sin gritar, sin agredir, sin incluir ni culpabilizar al otro.

Si decimos: “es que tú siempre quieres discutir… ” Seguramente terminemos discutiendo.

Pero si en su lugar decimos: “en este momento me siento mal, irascible, porque me da la sensación que vamos a discutir…” Seguramente haya más posibilidades de llegar a una comunicación y entendimiento.

Otra forma de expresar lo que sentimos podría ser: “en este momento me siento un poco molesta, porque con lo que acabas de decir siento que tal vez no quieras hacer X y tengo miedo que terminemos discutiendo”

Con estas formas disminuyen las posibilidades de que el otro se sienta atacado y podemos abrir una nueva vía de entendimiento. La comunicación eficaz es poder expresar nuestro malestar sinceramente también cuando somos acusados injustamente. La manera adecuada sería: 

“cuando me dijiste que no debía dejar la mesa sucia, me molestó mucho porque yo no lo hice y necesitoque me creas”.

Cuando somos capaces de darnos cuenta como nosotros mismos causamos lo que sentimos podemos modificar las situaciones para que dejen de lastimarnos.

Otro punto importante entonces, es la interpretación que hacemos de la situación. Si pensamos que la otra persona dijo algo para herirnos, seguramente sintamos enfado y nos lleve a defendernos, si pensamos que lo dijo en broma puede causarnos humor y llevarnos a la risa, etc. La dinámica de la comunicación va del pensamiento a la emoción y de esta a la conducta o respuesta. Por lo tanto, descubriendo nuestro círculo vicioso de comunicación podremos cambiar la forma en que nos relacionamos.

Lo que sentimos, es la consecuencia de cómo elegimos tomarnos lo que la otra persona nos dice o hace, en función de nuestras experiencias anteriores, necesidades y expectativas personales.

Pero muchos de mis pacientes una vez que practican una comunicación eficaz suelen decirme“pero si yo me comunico bien, pero es que X siempre me está criticando, …” y como no podemos cambiar al otro, la opción que en esos casos recomiendo, es la premisa que tan bien explica el Dr. Marshall Rosenberg, ponerse las orejas del corazón. Escucha lo que no te dice, escucha su corazón. Esto significa simplemente cambiar el tiempo verbal del imperativo, la forma despectiva, evaluativa y arrogante por una versión más amigable:

Si el otro dice “es que tú eres muy crítico/a, ….¡”, “Tu no me entiendes”

Tú debes escuchar: me gustaría (necesito) que fueras menos crítico/a,…” “me gustaría (necesito) que me entiendas”

De esta manera, interpretamos la necesidad que la otra persona tiene, y su deseo de que nosotros la podamos ayudar. Empatizamos con el otro y podemos responder con más tranquilidad y calma, porque ya no es una agresión hacia nosotros, sino una necesidad del otro que podemos solucionar.

Los juicios, críticas, valoraciones e interpretaciones que hacemos de los demás, son manifestaciones de nuestras propias necesidades. Si alguien nos dice: “Tú no me entiendes”, lo que está diciendo en realidad, es que su necesidad de ser comprendido no está satisfecha. Y esta premisa vale también a la inversa: si nosotros le estamos diciendo al otro “Tú no me entiendes”, lo que estamos diciendo en realidad, es que nuestra necesidad de ser comprendido no está satisfecha. Entonces la manera adecuada de comunicar esa necesidad que no tenemos satisfecha no es mediante un grito que culpabiliza al otro, sino mediante una comunicación tranquila que incluya mi necesidad.

En este momento me siento mal, siento una gran necesidad de ser comprendido y me siento impotente por no poder explicarme mejor.

Interpretar y comunicar las emociones es una tarea que requiere de práctica y paciencia. No fuimos educados para pensar en nuestras necesidades sino en culpar a los demás que no son capaces de satisfacernos. Muchas personas nunca aprendieron a comunicar verbal y tranquilamente sus emociones. Lo que suelen hacer es expresarlas mediante risas, abrazos, piropos, elogios si son positivas y mediante gritos, agresiones, críticas, juzgando al otro, o mediante el imperativo, si son negativas. Es difícil responder empáticamente, a los gritos o agresiones de la otra persona, sin dejarnos llevar por nuestra veta defensiva. Por eso repito, comunicarse de forma eficaz requiere de práctica, paciencia y agregamos respeto, por nosotros mismos y por el otro. No se trata de dejar que la otra persona nos falte el respeto, sino que aprendamos a no faltarnos el respeto a nosotros mismos, al responder de la misma manera. Podemos decir lo que sentimos y pensamos sin alterarnos, sin atacar, sin culpar.

Cuanto más directa, simple y honestamente comuniquemos nuestras emociones y necesidades, más fácil será que la otra persona responda de forma tranquila y colaboradora.

La comunicación eficaz es entender y que nos entiendan, entonces será bueno que cuando hayamos terminado de exponer nuestras opiniones, solicitemos al otro que repita lo que entendió de lo que dijimos para saber si nos hemos expresado bien. Claro que no se trata de decirle al otro:

“repite lo que dije a ver si me estabas prestando atención !!”

Se trata de ser amigable y empático diciendo algo así como: “por favor podrías repetirme lo que dije para ver si logré expresarme bien?” ”Te parece bien que repita lo que me dijiste para ver si he entendido bien lo que querías transmitirme?”

La comunicación eficaz, es hablar respetando los turnos para que la persona pueda expresar y comunicar todo aquello que quiere decir. Hacer pequeños resúmenes y preguntar si tiene algo más que agregar, o si cree que ha podido expresar todo lo que quería, es una forma de transmitirle nuestro respeto y hacerle sentir que es importante para nosotros. Como siempre, la forma de decirlo es importante también; no se trata de decir:

“bueno, ya terminaste tu discurso”, o “Ya dijiste todo lo que tenías que decir?”

Sino más bien algo así como:  “según creo haber entendido (hacer un resumen de lo que expresó). Crees que he podido entenderte? Quieres agregar algo más?

La comunicación eficaz es poder abrirse a las ideas del otro, cotejar y discutir amigablemente sobre los desacuerdos, para buscar una estrategia de solución del conflicto. Aferrarnos a nuestras ideas y querer imponerlas a los demás, no solo entorpece el entendimiento, sino que nos impide crecer, cultivarnos y desarrollarnos como seres humanos. Cada uno por su historia personal y experiencia, tiene o conoce diferentes estrategias para la solución de un problema. Escuchar la opinión de la otra persona, nos permite enriquecer nuestro mundo interior con las experiencias del otro.

Identificar nuestras emociones y necesidades, ayuda a clarificar muchos problemas. Preguntarnos cuál es la emoción que me desagrada y/o desagrada al otro y la necesidad que hay tras ese malestar, ayudará a buscar acuerdos y seguramente saldrán beneficiados todos. (Ver resolución de problemas).

En otros post hablaré de la empatía, de cómo hacer peticiones, aprender a decir que no y reconocer nuestros derechos.