04 May 2015
mayo 4, 2015

El Síndrome de Estocolmo

Pareja

El Síndrome de Estocolmo está asociado a situaciones de secuestro, pero para la psicología abarca un campo más amplio. El Síndrome de Estocolmo se desarrolla en aquellas relaciones abusivas, en las que una persona (víctima) le permite a otra (abusador), adoptar un lugar de control, poder o autoridad sobre ella. No es necesario que haya un secuestro como tal, sino que en el tipo de relación, hay un lugar de dominado y un lugar de opresor que secuestra emocionalmente al otro. Puede ser una relación familiar donde el dominio lo ejerce una madre controladora o un padre castigador, una relación de pareja donde la novia o el marido ostentan el poder, o puede ser una persona desconocida, como sucede en un secuestro. El abuso puede ser físico, psíquico o ambos. Cuando la sometida es la mujer normalmente se da el abuso físico y psíquico al mismo tiempo; cuando la víctima es el hombre normalmente el maltrato o la manipulación es psicológica.

La característica fundamental del Síndrome de Estocolmo es el amor que la víctima desarrolla hacia su opresor, secuestrador, agresor. Normalmente este amor está sustentado en la culpa, el miedo, la necesidad de escapar o hacer lo correcto para el otro al que considera superior o mejor.

Por ejemplo, los niños abusados, los miembros de sectas, las relaciones de pareja controladoras, opresoras o intimidantes o cualquier otra relación desigual, en la que uno de los integrantes anula, menosprecia, controla, manipula, amenaza, etc. al otro, es una relación en la que puede darse el Síndrome de Estocolmo.

Las personas que oprimen, manipulan o abusan de otras personas, son capaces de establecer un vínculo emocional tan intenso con su víctima, que ésta termina amándolo y dependiendo de él. En parte por miedo, pero en ocasiones también por la admiración que despiertan. Por lo general son personas sumamente persuasivas, hasta el punto de invalidar y convencer a sus víctimas que todo lo hacen por su bien o protección.

Es frecuente ver en las consultas, personas que tras mantener una relación abusiva y controladora en la que han sido anuladas y manipuladas, siguen amando a su opresor. Incluso aun dándose cuenta de los abusos soportados, no logran romper el lazo que los une y siguen intentando justificar y entender a su agresor. Personas que aman a su opresor más que a ellos mismos y que esperan mantener o recuperar esa relación, aun sabiendo que es una relación enferma y dañina.

¿Porque la persona se enamora de su agresor?

En un principio porque para la víctima es una estrategia de supervivencia. Al mostrarse complaciente, tranquilo, colaborador, y manifestando aprecio por el agresor puede significar que tiene una posibilidad de salir de la situación. Si hago caso, me porto bien, seré recompensado y me dejará ir o al menos me tratará bien. Por ello también es importante el tiempo que la víctima ha estado en esa relación enfermiza. Cuanto más tiempo haya estado expuesta a la situación de maltrato, más difícil le será poder tomar distancia y recomponerse como persona.

¿Cómo saber si sufres del Síndrome de Estocolmo:

  • Si tienes sentimientos positivos como el apoyar, amar o defender a la persona que te hace daño.
  • Si crees que las personas que critican a tu agresor están equivocadas o reniegas de ellas
  • Si justificas las conductas de tu abusador
  • Si la relación es desigual y está basada en la amenaza
  • Si sientes que corres riesgo
  • Si sientes que tu agresor te ama a pesar de lo que te hace
  • Si experimentas una fuerte necesidad de saber de él
  • Si tienes la sensación de no poder vivir sin su presencia
  • Si justificas a tu agresor por su pasado traumático o tu mal proceder
  • Si crees que la culpa de sus agresiones o peleas es tuya
  • Si estás cada vez más aislado/a
  • Si sientes que aunque quisieras no podrías cortar la relación
  • Si tienes la sensación de estar perdido/a o anulada/o como persona (ya no saber que te gusta, que te apetece, cómo eres, que piensas, etc.)

¿Cómo prevenir el Síndrome de Estocolmo? Prestando atención a cómo se va desarrollando la relación. Hay algunas situaciones que sirven de abono para que surja el Síndrome de Estocolmo.

  1. Siempre que haya una amenaza y se percibe una sensación de vulnerabilidad o que se está corriendo algún tipo de riesgo (físico, psíquico o emocional). La amenaza puede ser directa o indirecta. Muchas veces muestran sus posturas tajantes en comentarios sobre otras personas, historias que cuentan sobre terceros, u opiniones acerca de la escena de una película, para no verbalizar claramente la amenaza. Cuando ya te ha dominado, pueden incluso dar vuelta la situación y amenazarte con dejar de amarte o dejar la relación (cosa que no harán). Otra forma de demostrar su autoridad puede ser demostrando su poder a través de la violencia, desviando en principio la agresión hacia un objeto (patada a la puerta) para dejar claro que la próxima puede darte a ti.
  2. Normalmente el abusador utiliza la amenaza y el poder con sutileza, amabilidad e incluso basándose en el amor, a fin de que la víctima la acepte con facilidad. Los regalos, los cumplidos, una invitación a salir, le demuestran a la víctima que el abusador no es tan malo. Son dos caras de la misma moneda. La demostración de amor, consideración, amabilidad, es una forma de contrarrestar el efecto negativo de la amenaza, para que ésta pueda ser aceptada. Es devolverle la esperanza de que la relación va a mejorar, de que todo puede cambiar, que después de todo no es una relación tan mala, etc. Por ejemplo darte una tregua y no ponerse celoso/a en una situación que normalmente invitaría a una discusión por celos, le hace sentir a la víctima que el abusador puede cambiar, puede mejorar, no es tan malo, lo está intentando y pone de su parte. Esta actitud refuerza el vínculo entre ambos miembros, haciéndose cómplices de un amor muy particular y enfermizo.
  3. Otra forma en que el opresor manipula a su víctima es mostrándose vulnerable o expuesto. Muchas veces al sincerarse acerca de eventos de su pasado como un abandono, malos tratos, haber sido abusado, etc. produce en la víctima compasión y que siga allí aguantándole. De esta forma la persona siente que su abusador es realmente la víctima, e intenta ayudarlo a vencer ese trauma del pasado. A su vez este mecanismo le sirve al opresor para justificarse y no hacerse cargo de la responsabilidad de su conducta abusiva, todo se debe a la crianza o abusos recibidos. Cuando una historia ya no le sirve buscará otra estrategia.
  4. Cuando el controlador intenta alejarte de ti mismo y aislarte de tu entorno social, familiar, laboral, etc. Las víctimas suelen sentirse en constante tensión o miedo. Cualquier cosa que digas o hagas puede ser mal interpretada y desencadenar una pelea, una discusión. Para mitigar este temor intentas ponerte en su lugar para pensar como lo haría él, y así evitar correr riesgos, ·equivocarte” y evitar broncas. De esta forma la víctima intenta mantener contento a su abusador cambiando aspectos de su persona, de su vida, de sus gustos, que pudieran llevar a un problema y comienza a preocuparse por los deseos, gustos y necesidades del abusador. Para el abusador cualquier persona que pueda interferir en su cometido es potencialmente peligroso y por ende intentará alejarlo de su víctima. Para ello utilizará diferentes estrategias como críticas, amenazas, acusaciones falsas, para aislar a la víctima de los demás. El abusador siente una real posesión de su víctima y por lo tanto se siente con el derecho de controlarla permanentemente. Personas que llaman 5/10 veces por día para saber a dónde estás, con quien y que estás haciendo. Personas celosas que te alejan de tus amigos y/o familia criticándolos y encontrando siempre los fallos en ellos. Y una vez aislada de sus familiares y amigos y cambiada su personalidad al deseo de su agresor para agrandarlo y evitar contiendas, la víctima se siente totalmente dependiente y a expensas de su agresor, no pudiendo alejarse de él, no pudiendo dejarlo e incluso pensando que los abusos recibidos son por su culpa, por no hacer las cosas bien.
  5. La sensación de estar atrapado/a en la situación. Las parejas controladoras ante la sospecha que su pareja se pueda ir, puede recurrir a los medios más inverosímiles para atrapar a su víctima. Desde favorecer a que pierda el trabajo, generar una deuda que no pueda permitirles vivir separados, a propiciar un embarazo, amenazas de suicidio, un amor incondicional, etc. Estas situaciones sumadas a la debilidad personal que la víctima experimenta después de tanto tiempo de relación, dificulta que pueda tomar la determinación de romper con la pareja/ abusador. Cabe aclarar que el controlador rara vez (por no decir nunca) será capaz de llevar a cabo una ruptura.
  6. Las justificaciones e intentos de entender a nuestro agresor se basa en el hecho de que cuanto más INVERSIÓN (tiempo, esfuerzo, cambios en nuestra forma de vida, pérdida de amigos, familiares, autoestima, e incluso nuestra identidad, etc.) hemos hecho para mantener la relación con nuestro agresor libre de problemas, más grande será la pérdida que sentimos. Porque en definitiva es la pérdida de nosotros mismos como personas autónomas, seguras. Nos deja con la sensación de no ser capaces de reorganizar nuestra vida, por lo solos y vulnerables que nos sentimos. Cuanto más inversión, mayor es el conflicto mental que se produce, al reconocer que hemos sido abusados, vulnerados y oprimidos. Justificar al agresor es una forma de que la disonancia desaparezca. No es que yo soy vulnerable y me dejé controlar, oprimir, engañar, manipular, etc. es que yo no soy capaz de estar a su altura y hago todo mal, es que el sufrió mucho de pequeño, no lo hace con maldad, es que en realidad tiene razón tendría que haber pensado mejor las cosas, …. Etc.

    Este conflicto entre lo que invertí y lo que pierdo en la relación, agrega el componente necesario para que la víctima crea que necesita esa relación para vivir. En las relaciones largas donde la inversión es total, la víctima siente que se queda vacía, que no logrará soportar esa ruptura porque lo que ha invertido es nada más y nada menos que el sí mismo, su identidad, su autoestima, su valor personal, su salud mental. En definitiva es una estrategia de supervivencia, que le permite a la víctima seguir manteniendo cierto equilibrio emocional y psíquico ante la realidad conflictiva que se le impone. Por eso la tendencia es que si no sigo justificando a mi agresor, perderé el control y  no podré vivir.

En definitiva la víctima, dependiente, ya no sabe cómo manejar situaciones porque haga lo que haga, diga lo que diga puede ser motivo de discusión. Esto la lleva a aislarse, ya que menos contacto tenga con los demás, menos posibilidades hay de incomodar a su pareja/agresor. A la vez se anula como persona, al no poder expresarse, actuar y ser como quiere o como es. En ocasiones recurre a ocultar o mentir situaciones de lo más triviales, por miedo a que el otro se enoje, lo/a castigue o le recrimine lo que ha dicho o hecho y se genere una pelea. Vive con la preocupación permanente de que cualquier cosa puede ser un problema; una persona que saluda, un comentario, una mirada, una comida fría, cualquier cosa puede ser motivo de discusión. Vive en una continua tensión por evitar cualquier cosa que pueda ocasionar una discusión, incluyendo a sus amigos, familiares, hobbies, temas controvertidos, trabajos, salidas, lugares, distracciones, etc. pero aunque evite “todo”, “nunca” será sufriente. Cuando crea que todo está controlado, una interpretación distorsionada por parte del controlador, hará que la situación se dé la vuelta y surja la recriminación, la queja, el grito, la disconformidad, el nunca estar a la altura.

En las películas “El Coleccionista” (1963) de William Wyler, “Átame!” de Almodóvar y «Una Historia Diferente» o Mother’s Milk (2012) de Danny Boyle, entre otras, se observa con claridad este mecanismo. Pero como dijimos no es necesario ser secuestrados para desarrollar el Síndrome de Estocolmo. Es más frecuente de lo que creemos.