31 May 2016
mayo 31, 2016

El carruaje y el cochero

Reflexiones

El carruaje  y el cochero es una metáfora acerca de las diferentes dimensiones que las personas tenemos.

Un día de Octubre, una voz familiar en el teléfono me dice: Sal a la calle que hay un regalo para ti.

Entusiasmado, salgo a la ventana y me encuentro con un regalo. Es un precioso carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante, muy “chic”. Abro la puerta de la cabina y subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordada y unos visillos de encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo… todo es muy cómodo, y no hay lugar para nadie más, entonces miro por la ventana y veo el “paisaje”: por un lado el frente de mi casa, por el otro el frente de la casa de mi vecino… y digo: “Que fantástico este regalo, que bien qué lindo…” y me quedo un rato disfrutando de esa sensación.

Al rato comienzo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. Me pregunto: “¿Cuánto tiempo puede uno ver las mismas cosas?”. Y empiezo a convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada.

De eso ando quejándome en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, como adivinándome: ¿No te das cuenta que a ese carruaje le falta algo?

Yo pongo cara de -qué le falta-, mientras miro las alfombras y los tapizados.

Le faltan los caballos, me dice antes de que llegue a preguntarle.

Por eso siempre veo lo mismo – pienso -, por eso me parece aburrido…Cierto –digo yo-

Entonces voy al corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde dentro grito: ¡¡Eaaaaa! El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y eso me sorprende.

Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir una vibración en el carruaje y a ver el comienzo de una grieta en uno de los laterales. Son los caballos que me conducen por caminos terribles; cogen todos los baches, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos. Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me arrastran donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero al final siento que es muy peligroso. Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve.

En ese momento, veo a mi vecino que pasa por allí cerca, en su coche. Lo insulto

Me grita:¡Te falta el cochero!

¡Ah! digo yo. Con gran dificultad y con su ayuda, freno los caballos y decido contratar a un cochero. A los pocos días asume las funciones. Es un hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento. Me parece que ahora si estoy preparado para disfrutar verdaderamente del regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero donde quiero ir. El conduce, el controla la situación, el decide la velocidad adecuada y elige la mejor ruta. Yo … yo mientras tanto disfruto del viaje.

Jorge Bucay.
Extraido del libro: EL CAMINO DE LA AUTODEPENDENCIA
La alegoría del carruaje y el cochero

Reflexiona sobre el carruaje y el cochero:

Al nacer nos encontramos con el regalo de nuestro cuerpo, un carruaje personalizado para cada uno. A penas nacemos nuestras necesidades, nuestros instintos nos hacen mover, pedir alimento, cuidados… esos son los caballos que permiten la movilidad y autonomía para no depender siempre de los demás, y poder colmar nuestras necesidades y realizar nuestros deseos. Los caballos que tiran del carruaje, son los sentimientos, deseos, necesidades y pulsiones que nos empujan a vivir. En nuestra experiencia de andar nos vamos dando cuenta que estos deseos algo descontrolados, nos ponen en riesgo. Ahí es donde debemos aprender a controlar y domesticar a nuestros caballos internos. Para ello necesitamos un cochero, nuestra mente, nuestra capacidad de pensar y razonar para conducirnos por el mejor camino. El cochero es quien puede conducir con conocimiento hacia donde dirigir los impulsos,

Pero lo más importante es que esas tres partes tuyas, carruaje (cuerpo) caballos (deseos, espíritu, pulsiones) y cochero (mente) funcionen armoniosamente. Porque si dejamos que los impulsos tomen las riendas, podemos exponernos a situaciones peligrosas. Es el cochero quien podrá valorar cual es el mejor camino. Pero los caballos son los que en definitiva tienen la energía para tirar del carruaje. Un cochero preparado para guiar a los caballos con cariño y para buscar los mejores caminos para no tropezar.

Reflexiona y encuentra cada uno de los componentes de tu ser. Escríbelos y piensa la manera más adecuada para andar por la vida. Porque… ¿qué harías sin caballos? O ¿Qué pasaría si solo fueras cuerpo y cerebro? O Si no tuvieras ningún deseo ¿cómo sería la vida? Sería poco emocionante o fría… no conectarías con tus emociones y pasarías pensando en ecuaciones lógicas acerca de todo lo que pasa en tu vida.

Tampoco hay que dejar de cuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el trayecto – que es nuestra vida-. Hacerle el mantenimiento necesario, cuidar, reparar lo que sea necesario. Si no lo cuidas, el carruaje se romperá, y si se rompe se termina el viaje.

Para armonizar carruaje, caballo y cochero,es importante tomar conciencia que somos un cuerpo que a veces tiene sed, ganas de dormir, deseos, instintos, afectos, pero que además somos nuestros pensamientos, razonamientos, recuerdos y experiencias.